domingo, 19 de julio de 2015

A NUESTRO AMIGO ALBERTO




Nada parece detenerse en la indolencia habitual 
caliente y ruidosa del día de hoy, y de los días

No se detiene el teléfono, la voz parlanchina, 
el trajín inmutable que insiste en avanzar y respirar

Solo unos pocos seres, rebeldes a la indiferencia,
lloran ante este caminar implacable 
que pisa la hierva y las flores, insensible

Solo un grupo señalado por la ausencia
siente frío y guarda silencio 
en medio de un devenir absurdo e irreverente

Latir de corazones apenas perceptible, casi ínfimo, 
herido por algo punzante que arranca del pecho 
la esperanza, el futuro, la alegría de compartir

Y algunos, los cercanos, perdemos el apetito y el sueño,
y perdemos el espacio donde un amigo 
nos hizo reír y llorar, de viva voz

Y algunos quedamos suspendidos en medio
de este despliegue gris de los días
sin consuelo, ni comprensión, ni cura posible

porque algo ha cambiado para nosotros desde hoy
aunque en apariencia y si miras sin ver

            nada parezca detenerse en la indolencia habitual
            de este día, y de los días




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