jueves, 9 de marzo de 2023

 “SEDA” de Alessandro Baricco.

Reseña de Sara Veiras.


“Todo amor es fantasía, / él inventa el año, el día, / la hora y su melodía; 

inventa el amante y, más / la amada. No prueba nada, / contra el amor, que la amada / no haya existido jamás.”  Antonio Machado


Si aún no has experimentado la dicha de leer “Seda”, hoy es tu día de suerte: Cuando abras este libro entrarás en el Reino de la Maravilla. 

Alessandro Baricco es un maestro, y como él dice, Seda no es una novela, ni un cuento, es la historia de un hombre que atraviesa el mundo; y yo agregaría: Un hombre que atraviesa el mundo acompañado de sí mismo y sostenido por el misterio y la fuerza del amor; un hombre que realiza un viaje personal e intransferible, hacia la serenidad y el silencio. 

Pródigo en música -no en vano el escritor es musicólogo-, Seda explora tierras exóticas; habla de la ternura del amor y de su incomprensible y misteriosa locura; de la amistad entre los hombres y los vecinos; de la lucha por la vida; de la búsqueda de la paz, y de la belleza…   

Parece increíble que en menos de cien páginas, con algunos capítulos de poco más de diez líneas, se puedan contar tantas cosas. Seda demuestra que en la forma de contar reside el arte de escribir. Y que la escritura, cuando es arte, raya en la poesía. 

He aquí un párrafo del libro, de menos de tres líneas donde se describe una época: Era 1861. Flaubert estaba escribiendo Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería”.

Otra cosa que sorprende de Seda es que haya sido un libro tan vendido a pesar de carecer de las características de un Best Seller. Y creo que esto se debe a la honradez con la que aborda la condición humana, explorando un saber no sabido -como lo es el misterio del amor-. 

En Seda, la palabra cae en la música, y el amor en la amistad.


miércoles, 1 de marzo de 2023

 La Metamorfosis: El AMOR en los cuentos de KAFKA


“Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar su obra”. William Faulkner



¿Necesitó Kafka mendigar, pedir prestado o despojar a otros? Intuyo que sí, es una bella metáfora.

En cuanto a los demonios, es obvio que el padre fantaseado por Kafka, el único accesible para él, indica que en esto se equivoca Faulkner: Es el propio artista quien elige a su demonio y no al revés.

¿Se podría escribir como Kafka sin entregarse -como una condena-, al demonio de esta elección problemática que es vivir al borde de un río que terminará ahogándote? 

Creo que esta posición creativa tiene algo de ese enigmático “Dar lo que no se tiene a alguien que no lo es” que plantea Lacan al referirse al amor. 

En mi imaginación, el escritor Franz Kafka, es un hombre enamorado. Cuando leo y releo “La metamorfosis”, uno de mis textos preferidos, no dejo de pensar en ello porque provoca en mí un estado recíproco. Juro que estoy enamorada de esa mano, de esa obra, y de ese despropósito. 


Repito, no dejé de pensar en el amor durante mi lectura. Asunto complicado y que tiene bastante menos de bonito de lo que cabría esperar del matrimonio, pues -y pensándolo desde la perspectiva que señala Lacan- el amor es un asunto kafkiano. Es decir impregnado de sinsentido, perplejidad, absurdo, y de todos esos in-significables que acompañan a los raros matrimonios. 


Hablé de esto, más bien balbuceé algo en presencia de un amigo, y él propuso el significante “locura”. A partir de esta sugerencia pienso en el enamoramiento, que según Freud “es un estado de locura transitoria”, y se me ocurre decir que el estado de creación, el momento en el cual la vida se entrega a la obra, es un estado de enamoramiento. Además agrego -es mi hipótesis-, que el creador vive en un estado de enamoramiento permanente. 


Un artista hace lo que sea por su obra: inventarse un padre, una culpa, una condena, el horror de despertar en el cuerpo de un insecto... Pero, ¿qué hace de ese invento un Don para otros? 


Así como el inconsciente se conoce por sus manifestaciones, el amor se conoce por sus efectos. Por eso no he dejado de pensar en el amor durante esta lectura. En la potencia del amor que sustenta la obra de nuestro inestimable Franz Kafka.