miércoles, 25 de abril de 2012

Cumbres borrascosas de Andrea Arnold

 





La directora

Agradezco a la mesa coordinadora de la tertulia de cine El séptimo haberme dado a conocer esta película de
Andrea Arnold; una directora que, como Emily Brontë, tiene el valor de desplegar su propia voz. Tarea arriesgada, cuando se trata de una voz que sopla con la fuerza del viento de Yorkshire. Viento que puede llevarse de las salas de cine, creadas para llenar butacas, a un público adormilado por el lenguaje convencional, donde la música refuerza la imagen cargando sobre sí con la responsabilidad de vivificar la experiencia.

Esta directora, para contar una historia descomunal, la historia de ese abismo infranqueable que es Cumbres borrascosas, no sólo tiene el valor de prescindir de la música, enfrentando los objetos al ras, lo más próximo que le permita la cámara; sino que también prescinde del saber hacer de los actores, echando mano de cinco debutantes para papeles principales y poniendo en el protagonista a un actor negro; además de elegir una obra literaria que ha sido versionada una docena de veces, sobre lo cual dice ella misma que nunca le han gustado las adaptaciones.

¿Qué conclusión podemos sacar de esta experiencia?
A mí se ocurre decir algo que vengo comprobando desde que veo cine: el director, responsable absoluto de lo que recibimos en medio de esa oscuridad que es una sala de cine, no sólo dirige la totalidad de los elementos que constituyen la obra, sino que también dirige al espectador. Espectador que si se mantiene en la sala a pecho abierto, después de ver esta película se enamorará aún más del cine, de sus posibilidades y de los valientes que vuelan en su cielo, a solas, aunque muy alto.  

La película

Cumbres borrascosas es la historia de un abismo brutal. El abismo que separa a un niño -que representa lo radicalmente otro en relación a su familia de acogida-, de una niña incapaz de romper sus ataduras de clase, aunque se sienta unida a él por un lazo que lo convierte en su semejante, hasta el punto de llevarla a decir que “ella es él”.

¿Cómo contar esta historia en un lenguaje cinematográfico?
Los intentos ya son muchos, como he dicho. Sin embargo la versión de Andrea Arnold es arrebatadora. Contada al compás de una naturaleza hostil, que ofrece un contrapunto veraz al mundo humano que se planta como un obstáculo infranqueable, para separar lo que esta unido sin remedio.

Heathcliff escucha el viento mientras trabaja, espía, le pegan, lo encierran, o le dan de comer.
Emily Brontë escuchaba fuera el viento salvaje mientras escribía, dice Arnold; y también dice que Emily es Heathcliff.
El viento es el escenario de la vida en Cumbres borrascosas. Como la lluvia, el barro, las aves, la suciedad, los golpes, los animales -sangrando, colgados o corriendo-, la oscuridad, el fuego, los cuerpos desnudos, enfermos; los cuerpos deseosos de una unión que alivie las heridas.
Estas son las mil caras de la vida de un niño, de su subjetividad, una subjetividad con la que entramos en contacto directo a través de las imágenes que nos ofrece Arnold. Imágenes que muestran al desnudo el interior, a través del exterior.
La idea de la directora es sencilla, y resulta genial.
Ella establece una relación de espejo entre la naturaleza de Yorkshire, y la vida interior de Heathcliff. No hace falta el dialogo porque todo esta dicho y escrito en la propia atmósfera visual.
La voz de la directora es tan potente que no necesita de la palabra para embarcar al espectador en la misma desolación que aprisiona a Heathcliff.
Valoro como una obra de alto nivel esta película que consigue revelar el interior de una vida y exponerla a pantalla abierta a través de la única fuerza de la cámara.
Aquí no se trata de actores, de música, ni de diálogos. Aquí hay otra cosa. Un lenguaje universal. El de un corazón humano fotografiado desde dentro.
En este sentido la directora revela un talento digno de ser festejado.  

Heathcliff y Cathy: El amor 

La vida de Heathcliff se juega entre un desamparo radical, y ella: Cathy.
Cathy es la luz y el empuje al deseo de existir para Heathcliff; un niño fuerte y bello como el hijo de una reina africana y de un príncipe chino. Un niño negro.
(Veo en esta elección un homenaje a una raza fuerte y hermosa que ha sido esclavizada durante siglos.)

Entre Heathclff y Cathy, el amor.

¿Qué es el amor?
El amor es la fuerza que une.
Hay diferentes formas para esta fuerza. Una de las formas posibles es la que toma el amor entre los niños salvajes que pertenecen al barro; y otra, es la forma del amor en casa de los Linton: un amor de sofá y trajes de seda.
No hay una fuerza más valiosa que la otra, la única diferencia, según entiendo, está en la forma.

¿A cuál de estas formas pertenece el corazón de Cathy?, me parece una pregunta crucial en esta historia. Sin embargo es una pregunta que no puedo responder. Realmente no lo sé. Y por qué no lo sé, porque Cathy tampoco lo sabe. Esa es mi conclusión. La que saco después de haberme sentido involucrada en esta historia de una forma radical, mérito de la directora.

Lo que sí sé, y con esto concluyo, es que Cathy muere por no saberlo. Cathy muere por ignorancia y no por amor, como puede creer un espectador ingenuo.
Heathcliff, en cambio, pertenece, sin fisuras, al barro y al viento, por eso sobrevive y se ve reflejado en el cielo, donde vuela muy alto aunque este solo.

jueves, 12 de abril de 2012

Después de veinte años, Antonio Gamoneda






paisaje blanco

blancos cimientos bajo vigas blancas,
el soñar también en blanco

Paquetes a tornillo Rayos en ardor Árboles de sal

espejos de ojos blancos destiñendo el cielo
reflejo imparable de blanco sobre blanco

fuego en la ceguera

la sonrisa
folie en blanco

miércoles, 4 de abril de 2012

El sueño de la esfinge (Homenaje a Fernando Pessoa)




"La Gran Esfinge de Egipto sueña por dentro de este papel…
Escribo –y ella se aparece a través de mi mano transparente "




La Gran Esfinge de Egipto sueña con la mano que en otra época
soñó codo a codo junto a otras manos hasta hacerse mano
Verdad de piedra que en mi sueño es transparencia de papel


Una mano junto a otra Así empezó todo Yo estuve allí

de las líneas de mi propia mano cuelgan los hilos de un equilibrio
Nunca imaginado hasta entonces


Todos estuvimos allí También tú Aunque no lo sepas


Este papel en el cual sueña la Gran Esfinge de Egipto
es el testigo Y no éramos dioses Yo lo sé
Más bien semejantes a las hormigas trabajábamos en orden

El sacrificio del individuo es el pilar sobre el cual yace esta Esfinge
que representa la grandeza del grupo unido por un sueño


Gran misterio
ahora mi mano te sueña sobre este papel y veo en ti
El infinito

Todo está en todo Mi mano está en todo La Esfinge en la piedra
la piedra en el sudor
Erguida línea a línea la Esfinge sacrifica su descanso
para sostener al equilibrio en su Eternidad
esta gran Esfinge que se ve sostenida ella misma
por cada gota de sudor
por cada callo en la mano del obrero
que como tú y como yo fue esclavo y aún lo es
Esclavo de la pregunta por el sentido
el sinsentido del trabajo de fingidor

Fingir ser Dios para olvidar la pequeñez de la hormiga
que Es transparencia
Papel sobre el cual la mano traza los planos de un equilibrio
Nunca imaginado hasta entonces

La hormiga que avanza hasta caer por el borde de la hoja
deja paso Ese su destino
La piedra en su sitio se alimenta del sacrificio de la hormiga que cae

Conmovido ante este desaparecer
el fingidor camina en zigzag Rebelde al sacrificio
borracho de preguntas
se niega a caer
se niega a caer antes de vaciar la mano
y de cubrir el blanco de la hoja con sus garabatos

Siento y lato yo mismo en cada paso de este hormiguero
que avanza hacia el precipicio

El tictac del reloj de la vida sueña como un rumor de piedras
en mi hoja
En esta hoja en blanco sobre la cual camina mi mano
hacia el borde de su destino Fingir que cae

mi mano empujada por las letras con las que sueña mi hoja
sabiendo que
esta Gran Esfinge de Egipto es la cumbre de la Mano
la cumbre del deseo de crear
Lo nunca imaginado hasta entonces



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Sara Veiras