viernes, 27 de marzo de 2009

Siglo XXI

El entramado social reveló fisuras que provocaron el derrumbamiento de las instituciones. Miles de personas que lo habían perdido todo reclamaban justicia. El cielo se atiborró de cohetes llenos de emprendedores en busca de otros mundos. Mientras el mar quedó cubierto de cayucos repletos de víctimas que intentaban huir del hambre. El letrado, un experto en satisfacer a los oyentes con esperanzadores discursos, esta vez no supo qué decir, y buscó refugio en sus recuerdos. Allí el deseo infantil se saciaba intercambiando historietas de espías por gominolas. ¿Qué había sido de aquellos niños?, se preguntó, pero sin respuesta volvió a lo suyo, dictaminar la sentencia. El veredicto resultó inapelable, aunque sirvió de poco, porque no se podía encarcelar a la naturaleza humana, que con su egoísmo había causado aquel desbarajuste. Sólo cabía volver a empezar, erradicar la codicia, aprender a compartir, elegir entre leer una historieta o comer una golosina. "Quererlo todo para sí representa el principio del fin", explicó el letrado en el último minuto, antes de que la cuerda sujetada por la multitud extrangulara su voz.