jueves, 28 de junio de 2012

Ortografía indecisa

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No sé por qué ocurre tan rápido. El cuaderno se llena.

Pagar el precio, rescatar la risa y el mar.

Si consigo estar alegre y llena de fuerza llegará la noche 
anterior a esa
en la que
me sueño en un lugar extraño, demasiado frágil, sin saber, perdida.
Aunque si consigo estar despierta entenderé los signos. 
Las hogueras 
serán benignas y orientarán las naves hacia tu lugar.

Qué mano se distrajo. Qué desorientación se impuso.
Qué negligencia, desorden, curiosidad.
Sí, curiosidad, ojala seas tú. Y perdida de mí, perdida
incluso perdida, podré encontrar el cruce entre tu risa y mis ojos.

Será suficiente con extender la mano
trazar
una ecuación que señale en la arena tu risa
estirarme
acariciar el papel como un lápiz
marcar una cruz y saltar.

Caer en tu risa.




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UN LUGAR DONDE QUEDARSE, de Paolo Sorrentino. “De lo siniestro a la sonrisa”


Una historia de siempre

La película de Paolo Sorrentino, Un lugar donde quedarse, pone en escena la búsqueda de un lugar donde el ser pueda alojarse por fuera del sufrimiento. Peripecia enfrentada por un personaje que mantiene una relación irónica a la vez que certera con la verdad, exigiendo la respuesta a ciertas preguntas cruciales. Recorrido que hace Cheyenne con una caracterización gótica que nos introduce de lleno en la cuestión de la máscara. Un lastre que habrá que soltar para desmontar ciertos secretos que mantienen la vida en las lindes de la muerte.

Como propone el film, alcanzar paz y ligereza, sentirse a gusto, exige una travesía bastante compleja. Frente a este drama de carácter universal nos coloca Sorrrentino con el siguiente argumento: la caza de un nazi por un rockero voluntariamente retirado que conoció la gloria y que se mueve como un indigente con su carrito a cuestas guiado por el diario de un padre al que no ve desde hace treinta años y que acaba de morir. Rockero que lo único que sabe es que algo va mal, aunque no sepa decir qué es.

Se trata de una historia de siempre en la que veo un homenaje a la eterna pregunta por el Ser, rueda libre de patente que girará mientras exista lo humano.

Una verdad verdadera

En el principio está la persona como disfraz. Un hombre que sobrevive cargando un lastre. Alguien frágil que no sabe exactamente quién es.

He aquí la situación del personaje que interpreta Sean Penn, personaje que Sorrentino enfrenta a la bestia encarnada por un nazi.

La posibilidad de encontrar un lugar donde quedarse tiene que ver con enfrentar al menos una vez a ese monstruo.

Esta es la epopeya de Cheyenne. Un viaje al núcleo de su propio miedo. La búsqueda de una comprensión que le permita vivir sin culpa. Actuar por fuera de la inopia que proyecta un zombi.

En mi opinión esta route movie que parte con la noticia de la muerte de un padre al cual ni se ve ni se oye desde hace treinta años, cuenta con un momento crucial en el que se sustenta la fuerza del personaje y su relación con la verdad. Ese breve paréntesis resulta sobrecogedor por la carga de soledad que pone en juego y porque frente a eso no hay mucho que decir. Aunque la mujer de Cheyenne, Jane (Frances McDorman), cariñosamente desdibuje su envergadura.

Él dice, acurrucado entre las sábanas y mirando hacia la pared: “Creo que estoy un poquito deprimido”. Y ella lo abraza, intentando corregir: "A lo mejor confundes depresión con aburrimiento”.

Hasta el momento del viaje en busca de su padre enfermo Cheyenne se nos muestra como un hombre disfrazado, rutinario, atormentado por las consecuencias de ciertas canciones siniestras que llevan al suicidio, conmovido y comprometido con la tristeza de otros; rico, famoso y unido a su entrañable mujer.
Pero dónde está él realmente.
Carga con algo, algo que tiene ruedas y se mueve como una letanía. Algo extraño, un objeto que no encaja en su existencia de millonario y lo señala como portador de una indigencia.
Considero que sin ese momento previo en el que el sujeto se ahoga en su propio vacío y verbaliza, como puede, con un hilo de voz: “Creo que estoy deprimido” -afirmación que puede resultarle incomprensible incluso a él mismo, pues lo tiene todo-, no resulta posible lo que viene después.

Un lugar interior

El valor de ponerse a caminar hacia lo desconocido se nutre de una ruptura profunda que nada puede taponar y que sólo admite ponerse en marcha hacia un lugar donde resulte satisfactorio detenerse. Ese lugar es interior, constituido por una respuesta que le revele al sujeto algo sustancial sobre su propio ser. Pero, esta búsqueda que no cesa ante lo que parece imposible -La caza de la bestia, metáfora maravillosa de la búsqueda de respuesta a la pregunta sobre el lugar que ocupa el sujeto en el deseo del otro, encarnado por el padre-, solo puede alcanzar cierto éxito si se dan las condiciones propuestas en esta película: El vacío de Cheyenne, su deseo decidido de saber, y la ayuda del cazador de fantasmas (personificados por los nazis) que, con su experiencia, sostiene al sujeto en ciertos momentos.

El miedo a volar

Cheyenne se apeó de la relación con su padre a los veinte años. Cuando esa relación vuelve a rodar el padre está gravemente enfermo. Quizás podría haber llegado a tiempo para despedirse, pero a causa del miedo a los aviones se traslada de Irlanda a Nueva York en barco y lo encuentra muerto.

El padre deja dos cuadernos: uno de dibujos y un diario. Leyéndolos Cheyenne descubre los detalles de la vida de su padre que se consumió en la persecución de un nazi, Aloise Lange, personaje asociado a una humillación que sufrió en los campos de concentración de Auschwitz.

Sobre el pasado juntos Cheyenne nos dice que a los quince años decidió que su padre no lo quería porque se maquillaba y que poco después se fue a vivir a Irlanda.

El padre llevaba un número impreso en el brazo sobre el cual le dijo que era su número de teléfono.

A través de la lectura del diario descubrimos que el padre pone en juego algo de su goce en la escritura. El relato de su vida está cargado de belleza aunque resulte doloroso: "Antes del infierno mi vida puede resumirse en una sola palabra, despreocupación".

Jamás nombra a su hijo.

La deuda con el padre

A partir del descubrimiento de la historia del padre surge el deseo de seguir adelante con la caza del nazi. Empuja la pregunta: ¿Quién era mi padre y qué sentía por mí?

El recorrido a partir de aquí deja claro que Cheyenne tiene gran habilidad para conseguir lo que se propone. Él es él.

Con llanto, ironía, amor, perseverancia y asombro, logra terminar, a su manera y con bastante éxito -no en vano fue una estrella del rock-, la tarea que emprendió su padre: Vengar una humillación.

Conmueve la ética del personaje. No ha mostrado ni un sólo momento de frivolidad en toda la película. Dejó la música cuando comprobó que sus mensajes siniestros eran peligrosos. Empatiza con la gente que sufre y trata de aportar su granito de amor. Se muestra sensible ante lo que va mal e intenta introducir elementos que alejen la tristeza: la cena para Mary, las visitas a su madre, la canción y la piscina para el hijo de Rachel. Detalles que muestran su sensibilidad hacia el sufrimiento y su deseo de aportar un alivio.

Creo que esta posición ética explica el compromiso que asume ante la extraña tarea de salir a cazar un nazi. Asunto peliagudo que sin embargo renueva su vitalidad.

Él se siente a gusto haciendo algo para reparar lo que va mal. Se mueve guiado por la intuición y cuenta con el instinto propio de un artista. Es un sujeto que se ubica del lado del encuentro y, finalmente, obtiene una satisfacción.

Si bien es injusto que su padre haya muerto antes que el torturador, también es cierto que la admiración que despliega el nazi cuando habla del padre y de su perseverancia en la búsqueda, representa una respuesta importante para Cheyenne. Él alcanza un cierto saber, algo de más valor que disparar un revólver.

Al final cambia. Se quita la máscara y en su rostro brilla una luz que se refleja en alguien que le importa, la madre de Mary.

El lugar donde quedarse es el del propio deseo. Y el deseo de este personaje, al menos a los cincuenta años, tiene que ver con proporcionar alegría a la gente que quiere.


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