lunes, 25 de marzo de 2013

Cartas del vidente Por Arthur Rimbaud



Versión: Ramón Buenaventura
PRIMERA CARTA:
De Arthur Rimbaud a Georges Izambard
Charleville, [13] mayo 1871


Estimado señor:

Ya está usted otra vez de profesor. Nos debemos a la sociedad, 
me tiene usted dicho: forma usted parte del cuerpo docente: 
anda por el buen carril. — También yo me aplico este principio: 
hago, con todo cinismo, que me mantengan; estoy 
desenterrando antiguos imbéciles del colegio: les suelto todo lo 
bobo, sucio, malo, de palabra o de obra, que soy capaz de 
inventarme: me pagan en cervezas y en vinos. Stat mater 
dolorosa, dum pendet filius, — Me debo a la Sociedad, eso es 
cierto; — y soy yo quien tiene razón. Usted también la tiene, 
hoy por hoy. En el fondo, usted no ve más que poesía subjetiva 
en este principio suyo: su obstinación en reincorporarse al 
establo universitario —¡perdón!— así lo demuestra. Pero no 
por ella dejará de terminar como uno de esos satisfechos que no 
han hecho nada, porque nada quisieron hacer. Eso sin tener en 
cuenta que su poesía subjetiva siempre será horriblemente sosa. 
Un día, así lo espero, — y otros muchos esperan lo mismo —, 
veré en ese principio suyo la poesía objetiva: ¡la veré más 
sinceramente de lo que usted sería capaz! Seré un trabajador: 
tal es la idea que me frena, cuando las cóleras locas me 
empujan hacia la batalla de París —¡donde, no obstante, tantos 
trabajadores siguen muriendo mientras yo le escribo a usted! 
Trabajar ahora, eso nunca jamás; estoy en huelga. Por el 
momento, lo que hago es encanallarme todo lo posible. ¿Por 
qué? Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme 
Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré 
expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el 
desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son 
enormes, pero hay que ser fuerte, que haber nacido poeta, y yo 
me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno 
culpa mía. Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos 
decir me piensan. — Perdón por el juego de palabras.

YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, 
¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que 
ignoran por completo!

Usted para mí no es Docente. Le regalo esto: ¿puede calificarse 
de sátira, como usted diría? ¿Puede calificarse de poesía?

Es fantasía, siempre. — Pero, se lo suplico, no subraye ni con 
lápiz, ni demasiado con el pensamiento.


El corazón atormentado 
Mi triste corazón babea en la popa,
Mi corazón está lleno de tabaco de hebra:
Ellos le arrojan chorros de sopa,
Mi triste corazón babea en la popa:
Ante las chirigotas de la tropa
Que suelta una risotada general,
Mi triste corazón babea en la popa,
¡Mi corazón está lleno de tabaco de hierba!
¡Itifálicos y sorcheros
Sus insultos lo han pervertido!
En el gobernalle pintan frescos
Itifálicos y sorcheros.
Oh olas abracadabrantescas,
Tomad mi cuerpo para que se salve:
¡Itifálicos y sorcheros
sus insultos lo han pervertido!
Cuando, al final, se les seque el tabaco,
¿Cómo actuar, oh corazón robado?
Habrá cantilenas báquicas
Cuando, al final, se les seque el tabaco:
Me darán bascas estomacales
Si el triste corazón me lo reprimen:
Cuando, al final, se les seque el tabaco
¿Cómo actuar, oh corazón robado?


No es que esto no quiera decir nada. Contésteme, a casa del
señor Deverrière, para A.R.
AR. RIMBAUD