lunes, 18 de abril de 2011

Mi viaje




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Que por qué vengo sola
porque nadie ha podido seguirme
Viajera. Yo soy viajera, fue lo primero que dije
No sé si me escucharon, el hecho es que empecé a caminar
después monté en bici
en épocas de holgura, en caballo, mi preferido
Por último, el automóvil representó una revolución
podía avanzar muy rápido y escuchar música
Grandes artistas acompañaron mi viaje
creo que también son viajeros, como yo
y por eso me gustan
Finalmente, aquí estoy
Traigo conmigo todos estos paisajes
que puedes ver en mis ojos, pero vengo sola
Nadie ha podido alcanzarme
Quizás si me sentara a esperar...
Créeme, lo he pensado
pero me queda tanto por ver, y tengo una tentación:
Los ultraligeros

domingo, 10 de abril de 2011

La noche boca arriba, de Julio Cortázar


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Literatura y Psicoanálisis, tertulia de Liter-a-tulia en el cafe Este o Este.


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¿El tema?, un cuentito de Julio Cortázar: “La noche boca arriba”.
Un hombre cuya moto ronronea entre sus piernas choca contra una mujer y se desploma sobre la calzada. Se trata simplemente de Él, de alguien que no tiene nombre para sí mismo. De hecho, quién podría nombrarlo, el Otro de la representación, indiferente y con desprecio, lo convierte en un objeto.
Choque contra lo real. Pérdida de la visión. “Fue como dormirse de golpe”. El sujeto se fragmenta.
Accidente, muerte, sacrificio, sueño. Agujero, vacío, ruptura, defensa, sexo, puñal.
¿Qué otra posibilidad hay cuando cae “la noche boca arriba”, como él cae, advirtiendo “que hay un hueco, un vacío que no alcanza a rellenar… como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas”?
¿Conciben una forma más poética de hablar de la castración que la que utiliza Cortázar en este párrafo?
Hacer poesía con la Sexualidad y la Muerte tiene mérito. Y aquí hay poesía, tanto en Cortázar como en los contertulios.
Confieso que me sonrío, río, y divierto. Que se me achispan los ojos y el alma al oír hablar a estas gentes que, como laboriosas hormigas se dejan “asociar” hasta construir un puzzle entorno a este relato -uno de los muchos posibles… tal vez-, sumamente hermoso.
Cortázar, con genialidad, nos confunde entre dos sueños realistas: El de alguien que va en Moto, y el de un Moteca (¿Coincidencia o pista? ¿En vano Moteca consuena con Moto?).
Los sueños se alternan. Él va y viene en un baile de espejos donde sus piernas extravían la calzada y pierden la moto, significante de una virilidad que lo aplasta contra el cemento ante la indiferencia de una mujer sobre la cual recae la culpa.
Todo transcurre entre la noche -significada por los ojos cerrados y la ausencia de representación-, y las hogueras: Una a la que el sujeto se acerca para confortarse (en el hospital), y otra, donde lo abraza el horror (en el sacrificio de los guerreros Aztecas).
¿Qué otro camino cabe, sino el absurdo, para significar una verdad que no se deja: El goce de matar, lo insoportable de acabar convertido en un objeto de ese mismo goce?
¿Quién sueña, quién es soñado? Mariposa o poeta, lo mismo da. “En la mentira infinita de este sueño” la verdad se dice a medias, y se dice por el camino del absurdo. Mensaje a descifrar, que es lo que hacemos hoy los psicoanalistas en esta tertulia y con este relato donde late un núcleo, ombligo del sueño, punto de fuga de un significado imposible de decir.
Cortázar y yo, y algunos de los aquí presentes disfrutamos de esto.
Al salir me pregunto: ¿De qué disfruta la gente que desconoce el psicoanálisis de Lacan con Freud?