martes, 22 de mayo de 2012


LOS NIÑOS BAILAN TRAS EL CARRO DEL MONO 
Y OLVIDAN QUE ESTÁN SOÑANDO

las almohadas saltan a la mar de las túnicas
soñando con pájaros, las arañas
se ven pequeñas desde la azotea
y saltan

algún día se harán moños y 
beberán en las tetas de las mamás

todos los sueños saltan a la mar
todos los sueños se reunen
junto al fuego y al oro
en las playas comen azúcar
para coger fuerzas

y saltar



MONOS TAPAN EL SOL

construyó una tarta con la bandera
en el parque vacío tendió la mesa
el mantel verde
roja la leche batida a ritmo de tren
los huevos fortuitos

la dulce princesa descalza
come ahora
sin patria, ni musgo

en el jardín

lunes, 21 de mayo de 2012


Las nieves del Kilimanjaro de Robert Guédiguian
o Las vicisitudes de una revista que retorna a las manos de un niño



















Con agradecimiento a todos los participantes en la tertulia de cine El séptimo que estuvieron en el café Isadora de Madrid y sin los cuales estas reflexiones no hubieran surgido, hago mi comentario:

Lo que no funciona, lo que hace sufrir, aparece asociado a lo laboral en esta película; que rompe, en la primera escena, con un sorteo, cuyo frío sudor y silencio electrifican la oscuridad de la sala.
Me siento descompuesta, y para tranquilizarme pienso que antes hubieron palabras, quizás se habló hasta el agotamiento, y ya no quedan fuerzas para seguir buscando a través de la razón; por eso, lo que está en juego, sea lo que sea, que aún no lo sabemos, se pone en manos del azar como si se tratara de un Dios del post agotamiento.

A continuación descubrimos que lo que estuvo librado al azar fue la supervivencia, el pan nuestro de cada día, el trabajo; que es lo mismo que decir, la dignidad.
La dignidad de varias familias donde destaca una, la de un sindicalista-héroe, cuyo acto de coraje se consume en incluir su propio nombre en la urna (que también es funeraria), para no escamotear el bulto a la mala fortuna, si bien la suya propia no será tan mala porque accederá a la prejubilación.

Más tarde la vida parece continuar, pero hay algo oculto, algo que empuja desde un cajón cerrado hace mucho tiempo: Hubo una vez un niño que tuvo una revista donde leyó su destino. Al niño, otro niño, un amiguito, le quitó la revista y la guardó en un cajón. He aquí el hilo conductor de mi comentario, aunque, por ahora, se haga necesario volver al argumento.

En el segundo tramo de la película, olvidado el reciente sorteo, la vida sigue y exhibe, desenfadadamente, su florecer. Después de una existencia marcada por la solidaridad y la lucha, el sindicalista alcanza la recompensa: "Ya puede dormir bajo las nieves del Kilimanjaro", como dice una canción que suena con voz juvenil.
En ese momento feliz (después de treinta años de amor), este hombre recibe en sus manos tres objetos: Uno, el pasaje hacia un sueño reparador. Dos, dinero. Tres, la revista de Spiderman en la que se tejió su deseo infantil y sobre la cual escribió su nombre, Michel ...., marca que distinguirá esa revista de otras como un objeto que le pertenece y lo representa.

Entre los invitados a la celebración de la vida, los compañeros de trabajo y la familia.
¿El escenario?, el local del sindicado, hecho que llama la atención. Aunque, ¿podría ser de otra manera cuando el ideal de este hombre está construido sobre el suelo de ese lugar?
Se revela una contradicción, obviamente, un local sindical no debe ser utilizado para fiestas personales; sin embargo, ¿no es esta misma contradicción la que tensa la conciencia del sindicalista, que no pudo controlar ciertos deslices -las sutilezas, lo inevitable, los detalles, como el usufructo indebido de este local-, al llevar adelante su función?

La fiesta parece representar la meta alcanzada por un caballo que llega "Manso y Sobón", acompañado por otros personajes igualmente mansos; pero, entre los presentes, si bien no hay indignados, hay quemados. Un joven dispuesto a prender fuego a la nave que quiere zapar sin él.

La película describe al joven con explosivas pinceladas: Un juego de azar, aceptado por sus compañeros sindicalistas, provoca que pierda la posibilidad de ganarse la vida. Tiene a su cargo a dos hermanos pequeños, abandonados por una madre irresponsable, a los que cuida con amor. Roba a su propio compañero (con violencia aunque con un arma de juguete), cosas que parecen desligadas del registro de la necesidad, donde el ladrón se siente atrapado: Dinero y tarjetas bancarias, relacionadas con supercherías burguesas, un pasaje hacia un sueño reparador bajo las nieves del Kilimanjaro, y una revista de Spiderman.
¿Por qué esta revista y no otra cosa de más valor económico?, me parece una pregunta  pertinente, y considero interesante decir que este joven, que se ha quedado sin suelo bajo los pies, se lleva al hombre araña entre las manos, acto gracias al cual la revista sigue tejiendo su red.
Con lo recaudado el joven paga las cosas indispensables, las que deberían ser un derecho: Vivienda y comida, mientras es estafado por un compinche que se queda con más dinero que él.
Más tarde propone seguir robando, ahora a quién le cobró el alquiler; hasta que cae en manos de la justicia, representada por unos "polis" tan violentos que para detenerlo lo tiran al suelo, si bien luego (después de haber escuchado), muestran su humanidad.
El ladrón se declara culpable, y recrimina al compañero sindicalista y víctima del robo y de la agresión, haberlo traicionado ante la patronal.
Por último, cuando dice lo que piensa: "Que el sindicalista es un vendido", recibe un buen golpe.

El robo violento cambia el rumbo de una familia que se mecía hasta ahora acunada por Marie-Claire, madre clara y hasta preclara, que sopla y se baja si es necesario (ella no tiene pereza), para empujar una nave que va hacia adelante, siempre.

No obstante, al sindicalista, algo le chirría. Él mira sus logros desde el balcón de la felicidad con unos ojos tristes, que le devuelven la escena de su vida como una imagen que no encaja en el espejo de sí mismo.
Otra imagen que le calza mejor, y lo hace sonreír, es la de la revista con la figura de Spiderman. Y, agarrado de esta revista, se va moviendo su deseo, pasando de mano en mano hasta ponerse en un camino que podría ser de vuelta; al menos el de dar una nueva vuelta sobre esa cosa que lo angustia cuando se pone en juego.

La revista es como la posta en una carrera hacia la meta que consiste en devolver el mundo a su eje.
Después de la gran hecatombe desencadenada por el robo, con el mundo personal patas arriba; incluida Marie-Claire, que se refugia en un par de copitas de alcohol contra los males de la vida. Bueno, después, nuestro sindicalista, que si algo tiene de héroe es su deseo de comprender y comprometerse, se pone en marcha.
El azar (empujado por el deseo), lo sube a un autobús donde coincide, de frente, con los nuevos portadores de la revista, y, cuando los sigue, descubre que el trauma no tiene límites: El ladrón es un compañero de trabajo.
El obrero robando al obrero. Un nuevo síntoma social que pone al descubierto un agujero en esa  telaraña que debería permanecer intacta para asegurar la supervivencia: La ética.

Denuncia.
Revelación de un saber sobre un drama humano.
Intento de contradenuncia.

La confrontación con este acto inasimilable conmueve a estos personajes de tal manera que entienden que algo de lo anterior debe ser revisado a fondo.
No hay tiempo para dormir bajo las nieves de Kilimanjaro.

La vida despierta. Siente. Piensa. Y, simultáneamente, la pareja elige la solidaridad, el amor, y el compromiso, la red tejida por la araña de la propia vida, la única en la que pueden dejarse caer. Telaraña que sin embargo, está fallida, pues no vale para retener a los hijos.
Pero, la araña sigue tejiendo, y la revista de Spiderman vuelve al hogar, donde ahora hay dos nuevos niños que representan, quizás, la esperanza de hacerlo mejor esta vez.

No quiero evitar copiar un cuento africano en este lugar (es un desliz romántico que quizás no encaje aquí, pero...).
No sé quien lo escribió, y dice así:
Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y les dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas.
Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos a disfrutar del premio.
Cuándo él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: Ubuntu, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?
Ubuntu, en la cultura Xhosa significa: Yo soy porque nosotros somos.

Obviamente esta película de Guédiguian habla de una cultura diferente. No obstante muestra, a través del hilo conductor de la revista, que cuando estuvo en el camino, la huella que señala el deseo, al reaparecer, reorienta al sujeto.

martes, 8 de mayo de 2012

Proyecto poético o,
Entrevista a mí misma

Sabemos que se ha psicoanalizado desde muy joven, ¿qué nos puede decir sobre esta experiencia?

Tumbarse en un diván y practicar la asociación libre con un psicoanalista detrás,
experiencia larga y artesanal, por necesidad de la estructura,
es tan enigmático
exótico -si pensamos en la esclavitud que impone el pragmatismo a nuestra época
imprescindible
y bello,
a la vez que preciso en su resultado;
como un poema de Celan
o una cantata de Bach

¿Establece un paralelismo entre poesía o música, y Psicoanálisis?

Son prácticas de lenguaje. Lenguajes que revolucionan el lenguaje. Herramientas para la libertad.

Nos ha dicho que escribe poesía desde siempre, ¿qué opinión le merece la situación de la poesía actual?

Considero que en la actualidad los poetas somos privilegiados. Que el individualismo de nuestra época es un punto de pivote propicio al poema. Tenemos una libertad heredada de la deconstrucción del sentido promovida por el surrealismo inconcebible en otras épocas, aunque se llamaran de oro. Quizás lleguemos a considerar todo lo que se conoce hasta hoy como poesía: La poesía antes de la poesía.

¿Podría explicarse mejor? ¿Es esto positivo o negativo?

Lo que acabo de decir es una bofetada, y ejemplifica muy bien el talante de la voz poética.

¿Qué es la voz poética?

La voz del poeta es lo que te retiene. Es esa fascinación inexplicable que te retiene aún cuando desafine. Igual que Orfeo hace con su lira, el poeta hipnotiza con su voz. La voz del poeta posee una potencia que llega al oído de quien lee o escucha con el vigor de una presencia. Es algo físico que no requiere una comprensión intelectual o conceptual. Se trata de un mensaje sensible que estalla desde dentro hacia afuera. Quiero decir desde un centro mítico conectado con una verdad que, una vez tocada por la voz del poeta, se expande alcanzando el cuerpo del receptor. Por lo tanto el poema no necesita ser captado como un mensaje o relato concreto y comprensible. La voz emite los sentidos en un orden que tiene el poder de ordenar o desordenar (lo mismo da) el universo significante del sujeto que se acerca. La experiencia poética se expande desde lo sensible hacia lo conceptual. En esto consiste la metáfora, que es la sustancia poética. En la metáfora se produce un deslizamiento donde una cosa ocupa el lugar de otra, conservándose, enigmática, la primera en la segunda. Y, en cuanto la primera se conserva en forma sustancial, a la vez que crece gracias al efecto de la metáfora, el contacto con esta revelación instaura algo nuevo, un desvanecimiento de la ensoñación exterior/interior que deja huella. El placer poético proviene del gozo vinculado a la libertad que genera la metáfora. Sólo esta libertad permite extraer de la mina del lenguaje alguna experiencia de oro de cuando en cuando, y digo oro porque se trata de un material incorruptible; adjetivo apropiado si hablamos de poesía.

Esto nos lleva a la eterna e ineludible pregunta, ¿qué es poesía?

Todo poema es un poema de amor. Todo poema es una metáfora del amor. Yo sólo escribo poemas de amor. Quizás usted lea mis poemas y discrepe con lo que digo, porque mi poesía habla de la sombra del amor aunque mi voz brille. Quizás usted piense que esto de escribir sobre el amor de forma oscura tenga algo que ver con la “Carta a un joven poeta”, de Rilke. Yo sé que después de esa clarividencia no se puede hablar del amor de la misma manera. Pero mi hermetismo parte de un hecho más dramático que yo llamo: la censura que ejerce sobre mí esta época en la que existo. Sé que digo algo obvio, pues la censura es constitutiva del lenguaje y la poesía se juega en ese pulso. Sin embargo apunto a un momento posterior al de esta censura primigenia, me refiero a lo más prosaico de mi día a día en el hoy por hoy; a esa llanura que hiere mi imaginario empujando mis poemas a escribirse.
Intentaré desplegar esta sutileza, para lo cual retomo mi afirmación: “Yo sólo escribo poemas de amor” y aclaro que mi poesía nace de una perspectiva de hormiga o de lombriz. De mirarlo todo desde abajo. Desde esta posición el amor se ve como una fuerza que mueve, alimenta y encarcela al mundo. A mí me interesa hablar de esa cárcel que proyecta sobre el amor una sombra. Un amor que, después de las consideraciones que debemos al Psicoanálisis y que ya es tiempo que empiecen a hacer sus efectos sobre el discurso, ha caído del pedestal en el cual lo colocó esa poesía que Quizás algún día lleguemos a llamar La poesía antes de la poesía.
Es esta oscuridad la que me parece inspiradora.

¿Cómo aplica nuestra época la censura?

Catapultando la flor bajo un sin fin de ladrillos.
Yo me sé pintora, en realidad, pero mis cuadros sólo existen en mi mente. Mi poesía cuando pasa al papel ya es la metáfora de esos cuadros. La imagen es que caen ladrillos sobre mí, sobre ti, sobre él. Salimos a convivir con lo otro y nos atiborran a ladrillazos. Catapultar el Ser bajo el Tener es estructural. Parece no haber salida. Todo acercamiento está encerrado en la cárcel del tener. No hay ninguna posibilidad de salir de esa cárcel y el único intento, aunque fallido, es el del amor. Barrotes por todas partes, entre estos barrotes existimos: nuestros títulos, publicaciones, pertenencias, conocimientos, haberes, deberes... Mi defensa es el hermetismo, sin él no podría expresarme con la soltura que necesito para estirar las dimensiones de mi cárcel y soñar con una flor. Eso es lo que me permite la poesía. Es sueño, como todo lo demás, pero un sueño que rebasa su propio límite gracias a la fuerza salvaje del amor.
Digamos que un poema de amor lo es en tanto es capaz de relatar
la pesadilla que experimenta el propio amor
cuando hace el intento imposible de salir a pasear
sin ser tumbado por un ladrillazo.

¿Por qué algunos son poetas y otros no?

La poesía está en todos, porque todos vivimos conectados al amor. Que se trate de un amor acomodado a la norma o de un amor problemático carece de importancia. Lo significativo es que para vivir hay que estar atravesado por el amor, sino te mueres. Desde esta perspectiva todos estamos en posición de hacer poesía pues sólo se trata de transcribir ese amor que somos al poema. Tampoco importa qué tipo de poesía se escriba. Incluso me arriesgaría a decir que en poesía ni siquiera se trata de escribir bien o mal. Lo decisivo es la voz. Aquí tenemos la única clave de la poesía. Es poeta quién es capaz de dejar cantar su voz, de darle permiso y de entregarse a ella. Es poeta quien se deja hablar por su propia voz. Quien se pone en manos de esa voz que le habita y la canta de una forma misteriosa, instintiva, soportando su propia certeza, incluso cuándo ni uno o una la entienda. A todos nos está permitido hacer esto, pero pocos pueden/podemos conseguirlo.

¿Por qué?

En mi opinión esa pregunta debe trasladarse a un teórico de la mística. Yo, por un acto de dimisión, sólo me posiciono como instrumento.