viernes, 23 de julio de 2010

Jugando a buscarme/encontrarte en la "Ciudad sonámbula” de Lilián Pallares.







Llevamos una década de siglo XXI. Es maravilloso poder decirlo. Vivimos en un estado de suficiente paz. Aún.
Y convivimos.
Aquí tenemos la crónica que lo demuestra: “Ciudad sonámbula” localiza conmovedoras e inquietantes escenas de la vida cotidiana, de esta primera década, en un tablado multirracial y multiétnico: Madrid.
La radiografía de su cielo, suelo, y subsuelo, nos llega de la mano de una cronista caribeña, además emigrante, que se apoda a sí misma ”ártica”.
Mirada abierta, empática, sensible, que atraviesa tiritando el contrapunto del frío para el cual está “desactualizada”, aunque su identidad: sentirse feliz, constituye un salvoconducto que le permite sonreír a pesar de la tiritona. Y si lo dudan, lean este libro.
El mensaje es hermoso. Hay esperanza para quien trae consigo, pegado a sus pies, un suelo firme sobre el cual pisar. El suelo de su propio deseo.
Sobre ese suelo podrá correr, columpiarse, decir No a lo que “no quiere ni necesita”. Y ella, Lilián Pallares, pisa sobre este suelo el día que comprende que vino hasta aquí, hasta este lugar ártico, para algo: Escribir, cueste lo que cueste.
Una crónica de lo ártico contada desde las entrañas.
Sólo ella podía hacerlo. Ella que lleva el frío punzante del primer encuentro con Madrid mordiéndole el ombligo, como una ombliguera.
Interesante metáfora que sugiere un segundo nacimiento. Nacimiento elegido, en esta ocasión: Conocer mundo, atravesar el cielo, plantarle cara al miedo a volar, dejar atrás el refugio materno para buscarse la vida, aunque implique sufrir alguna vez la condición de I.V.N.I.
Buscarnos la vida como “desactualizados”, y puede leerse Emigrantes, que a efectos prácticos viene a ser lo mismo: Papeles por actualizar, trabajo por actualizar, vivienda por actualizar, compañeros de piso por actualizar, familia, amigos…
“Colas o filas” con reglas diferentes. Así se establecen las fronteras para El desactualizado que zapatea, cuando no corre, intentando ganarse la vida sobre este tablado. Arrojado contra la actualidad por el banco, por el código de barras, por el trámite sádico-masoquista, por la regla de la cola o fila de turno que le caiga sobre los hombros en el día que le toca vivir, que es El día que importa.
Reglas que finalmente, después de buscar sin encontrar y encontrar aunque no se busque, se hermanan en una réplica lúcida, como “galope de yemas de dedos sobre un tambor”: La única vida que tienes es esta fila en la que estas ahora mismo, y en la que eres responsable de una elección Quedarte o irte de Un destino que no deseas.


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