viernes, 11 de julio de 2014

        
Para que África deje de saltar vallas infames 
ponemos la fe en su cultura 
   y en el desarrollo dentro de su propia tierra                    

 Saltar 

Sí, quieres huir, huir de allí, porque intuyes que del otro lado del agua te espera algo bueno. No sabes pero intuyes y con intuir te basta, porque tú te pones en las manos del destino y vives entregado al acontecer. Un acontecer de vallas y cuchillos incapaz de modificar tu intuición, porque tú eres el filo de un sueño y cortas más que la indiferencia. Eres hambre frente a un pez que nada lento y al alcance de tu intuición, y te lanzas como una mirada que tiene la fuerza de una bala. Hay más hambre en tu mirada que azul en el agua y menos peces en el agua que bocas dentro de ti. Tu boca muerde el candado del hambre y te abre un hueco al otro lado del agua. Sales en las noticias: Eres el sueño del hambre que salta vallas. 
Un millar de pies, un millar de brazos, un millar de ojos saltan vallas contigo empujados por la misma intuición.
En la ruleta del salto de vallas
Imaginando, te juegas Tu hambre
a Todo o Nada.

 Caminar 

Filas de emigrantes subsaharianos cargan bultos de baratijas a la espalda y atraviesan las calles sonrientes y acariciados por un sol de invierno que brilla en sus pieles con la alegría de la esperanza.
Filas de piernas caminan y mueven bolsillos vacíos del peso de los documentos de control, de las cartillas de los bancos, de los seguros médicos, de los sellos de la demanda de empleo en el Inem.
Subsaharianos bajo el sol, con los bolsillos llenos de aire y baratijas a la espalda me regalan hoy una sonrisa, una pregunta, un instante, su belleza en este encuadre absurdo, de calles sin amor.

 Navegar 


Hablemos de Europa y del siglo XXI, tiempo de superproducción, la tierra prometida exhibiendo su primavera, donde muchos desean vivir y llegan desde lejos dispuestos a jugarse la vida en la esperanza del euro. 
Si se requieren diez ahogados para un superviviente, lo aceptan. Creen en el destino y a él se entregan sumisos.
A la hora de sobrevivir, en las tierras olvidadas del progreso, la vida es muy barata, y ellos simplemente son vida, o sea dones de la naturaleza. Solo el destino puede redimirlos de tan inhumana condición y a él se entregan lo antes posible.
Le hacen la pregunta donde no hay escapatoria: En alta mar. La patera es un santuario contundente. 
De allí saldrán los elegidos o se verterá su sangre como ofrenda para atraer días de prosperidad.
Todo está escrito en el gran libro de la vida, aunque el hambre sea analfabeta. 
A los ojos de la Europa verde, defensora de los toros y de las gallinas, el espectáculo es lamentable, no obstante raras veces sobrepasa el interés de otros asuntos y los informativos dedican escuetos comentarios a esta lucha por un trozo de pan, que además de trágica, resulta vergonzosa.
Así transcurre la vida, aquí en Europa. Ya navegado el siglo XX.