martes, 8 de mayo de 2012

Proyecto poético o,
Entrevista a mí misma

Sabemos que se ha psicoanalizado desde muy joven, ¿qué nos puede decir sobre esta experiencia?

Tumbarse en un diván y practicar la asociación libre con un psicoanalista detrás,
experiencia larga y artesanal, por necesidad de la estructura,
es tan enigmático
exótico -si pensamos en la esclavitud que impone el pragmatismo a nuestra época
imprescindible
y bello,
a la vez que preciso en su resultado;
como un poema de Celan
o una cantata de Bach

¿Establece un paralelismo entre poesía o música, y Psicoanálisis?

Son prácticas de lenguaje. Lenguajes que revolucionan el lenguaje. Herramientas para la libertad.

Nos ha dicho que escribe poesía desde siempre, ¿qué opinión le merece la situación de la poesía actual?

Considero que en la actualidad los poetas somos privilegiados. Que el individualismo de nuestra época es un punto de pivote propicio al poema. Tenemos una libertad heredada de la deconstrucción del sentido promovida por el surrealismo inconcebible en otras épocas, aunque se llamaran de oro. Quizás lleguemos a considerar todo lo que se conoce hasta hoy como poesía: La poesía antes de la poesía.

¿Podría explicarse mejor? ¿Es esto positivo o negativo?

Lo que acabo de decir es una bofetada, y ejemplifica muy bien el talante de la voz poética.

¿Qué es la voz poética?

La voz del poeta es lo que te retiene. Es esa fascinación inexplicable que te retiene aún cuando desafine. Igual que Orfeo hace con su lira, el poeta hipnotiza con su voz. La voz del poeta posee una potencia que llega al oído de quien lee o escucha con el vigor de una presencia. Es algo físico que no requiere una comprensión intelectual o conceptual. Se trata de un mensaje sensible que estalla desde dentro hacia afuera. Quiero decir desde un centro mítico conectado con una verdad que, una vez tocada por la voz del poeta, se expande alcanzando el cuerpo del receptor. Por lo tanto el poema no necesita ser captado como un mensaje o relato concreto y comprensible. La voz emite los sentidos en un orden que tiene el poder de ordenar o desordenar (lo mismo da) el universo significante del sujeto que se acerca. La experiencia poética se expande desde lo sensible hacia lo conceptual. En esto consiste la metáfora, que es la sustancia poética. En la metáfora se produce un deslizamiento donde una cosa ocupa el lugar de otra, conservándose, enigmática, la primera en la segunda. Y, en cuanto la primera se conserva en forma sustancial, a la vez que crece gracias al efecto de la metáfora, el contacto con esta revelación instaura algo nuevo, un desvanecimiento de la ensoñación exterior/interior que deja huella. El placer poético proviene del gozo vinculado a la libertad que genera la metáfora. Sólo esta libertad permite extraer de la mina del lenguaje alguna experiencia de oro de cuando en cuando, y digo oro porque se trata de un material incorruptible; adjetivo apropiado si hablamos de poesía.

Esto nos lleva a la eterna e ineludible pregunta, ¿qué es poesía?

Todo poema es un poema de amor. Todo poema es una metáfora del amor. Yo sólo escribo poemas de amor. Quizás usted lea mis poemas y discrepe con lo que digo, porque mi poesía habla de la sombra del amor aunque mi voz brille. Quizás usted piense que esto de escribir sobre el amor de forma oscura tenga algo que ver con la “Carta a un joven poeta”, de Rilke. Yo sé que después de esa clarividencia no se puede hablar del amor de la misma manera. Pero mi hermetismo parte de un hecho más dramático que yo llamo: la censura que ejerce sobre mí esta época en la que existo. Sé que digo algo obvio, pues la censura es constitutiva del lenguaje y la poesía se juega en ese pulso. Sin embargo apunto a un momento posterior al de esta censura primigenia, me refiero a lo más prosaico de mi día a día en el hoy por hoy; a esa llanura que hiere mi imaginario empujando mis poemas a escribirse.
Intentaré desplegar esta sutileza, para lo cual retomo mi afirmación: “Yo sólo escribo poemas de amor” y aclaro que mi poesía nace de una perspectiva de hormiga o de lombriz. De mirarlo todo desde abajo. Desde esta posición el amor se ve como una fuerza que mueve, alimenta y encarcela al mundo. A mí me interesa hablar de esa cárcel que proyecta sobre el amor una sombra. Un amor que, después de las consideraciones que debemos al Psicoanálisis y que ya es tiempo que empiecen a hacer sus efectos sobre el discurso, ha caído del pedestal en el cual lo colocó esa poesía que Quizás algún día lleguemos a llamar La poesía antes de la poesía.
Es esta oscuridad la que me parece inspiradora.

¿Cómo aplica nuestra época la censura?

Catapultando la flor bajo un sin fin de ladrillos.
Yo me sé pintora, en realidad, pero mis cuadros sólo existen en mi mente. Mi poesía cuando pasa al papel ya es la metáfora de esos cuadros. La imagen es que caen ladrillos sobre mí, sobre ti, sobre él. Salimos a convivir con lo otro y nos atiborran a ladrillazos. Catapultar el Ser bajo el Tener es estructural. Parece no haber salida. Todo acercamiento está encerrado en la cárcel del tener. No hay ninguna posibilidad de salir de esa cárcel y el único intento, aunque fallido, es el del amor. Barrotes por todas partes, entre estos barrotes existimos: nuestros títulos, publicaciones, pertenencias, conocimientos, haberes, deberes... Mi defensa es el hermetismo, sin él no podría expresarme con la soltura que necesito para estirar las dimensiones de mi cárcel y soñar con una flor. Eso es lo que me permite la poesía. Es sueño, como todo lo demás, pero un sueño que rebasa su propio límite gracias a la fuerza salvaje del amor.
Digamos que un poema de amor lo es en tanto es capaz de relatar
la pesadilla que experimenta el propio amor
cuando hace el intento imposible de salir a pasear
sin ser tumbado por un ladrillazo.

¿Por qué algunos son poetas y otros no?

La poesía está en todos, porque todos vivimos conectados al amor. Que se trate de un amor acomodado a la norma o de un amor problemático carece de importancia. Lo significativo es que para vivir hay que estar atravesado por el amor, sino te mueres. Desde esta perspectiva todos estamos en posición de hacer poesía pues sólo se trata de transcribir ese amor que somos al poema. Tampoco importa qué tipo de poesía se escriba. Incluso me arriesgaría a decir que en poesía ni siquiera se trata de escribir bien o mal. Lo decisivo es la voz. Aquí tenemos la única clave de la poesía. Es poeta quién es capaz de dejar cantar su voz, de darle permiso y de entregarse a ella. Es poeta quien se deja hablar por su propia voz. Quien se pone en manos de esa voz que le habita y la canta de una forma misteriosa, instintiva, soportando su propia certeza, incluso cuándo ni uno o una la entienda. A todos nos está permitido hacer esto, pero pocos pueden/podemos conseguirlo.

¿Por qué?

En mi opinión esa pregunta debe trasladarse a un teórico de la mística. Yo, por un acto de dimisión, sólo me posiciono como instrumento.