Qué
temperatura. Qué colores. Y estas sombrillas. Y la arena. Incluso
han puesto una esterilla para reposar.
Es perfecto. Aquí todo
es perfecto. Esos hombres haciendo sentadillas.
Pero, si son miles. ¿De dónde salen tantos? Qué barbaridad. Estoy en otro mundo.
Vaya redundancia. Vaya descubrimiento. Entonces no era natural. Esos cuerpos surgen del ejercicio.
Han sido creados adrede, para el placer de mis ojos.
Pero, si son miles. ¿De dónde salen tantos? Qué barbaridad. Estoy en otro mundo.
Vaya redundancia. Vaya descubrimiento. Entonces no era natural. Esos cuerpos surgen del ejercicio.
Han sido creados adrede, para el placer de mis ojos.
Tanto
de inesperado me paraliza. Llevo horas encadenada a esta
esterilla que separa mi existencia de ese cercano más allá: el mar.
Sé valiente, increpa una voz dentro de mi cabeza.
Es
que no me atrevo.
Demasiado visible.
Lo
sé, y agrega la voz: Semejante viaje y no lo vas a probar.
Me sobrepongo. Estiro mi metro ochenta. Camino. Atravieso la mirada de tantos ojos como piernas hacen sentadillas. Entro en el agua. ¡No puede ser! Tiene la temperatura de mi cuerpo. Salgo. La arena es del color de mi piel. La misma suavidad.
¿Existe este lugar, o estoy soñando?
Me sobrepongo. Estiro mi metro ochenta. Camino. Atravieso la mirada de tantos ojos como piernas hacen sentadillas. Entro en el agua. ¡No puede ser! Tiene la temperatura de mi cuerpo. Salgo. La arena es del color de mi piel. La misma suavidad.
¿Existe este lugar, o estoy soñando?
Oui, Madame, vous êtes à Dakar -piensa un muchacho, que además lee el pensamiento-.
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