La Metamorfosis: El AMOR en los cuentos de KAFKA
“Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar su obra”. William Faulkner
¿Necesitó Kafka mendigar, pedir prestado o despojar a otros? Intuyo que sí, es una bella metáfora.
En cuanto a los demonios, es obvio que el padre fantaseado por Kafka, el único accesible para él, indica que en esto se equivoca Faulkner: Es el propio artista quien elige a su demonio y no al revés.
¿Se podría escribir como Kafka sin entregarse -como una condena-, al demonio de esta elección problemática que es vivir al borde de un río que terminará ahogándote?
Creo que esta posición creativa tiene algo de ese enigmático “Dar lo que no se tiene a alguien que no lo es” que plantea Lacan al referirse al amor.
En mi imaginación, el escritor Franz Kafka, es un hombre enamorado. Cuando leo y releo “La metamorfosis”, uno de mis textos preferidos, no dejo de pensar en ello porque provoca en mí un estado recíproco. Juro que estoy enamorada de esa mano, de esa obra, y de ese despropósito.
Repito, no dejé de pensar en el amor durante mi lectura. Asunto complicado y que tiene bastante menos de bonito de lo que cabría esperar del matrimonio, pues -y pensándolo desde la perspectiva que señala Lacan- el amor es un asunto kafkiano. Es decir impregnado de sinsentido, perplejidad, absurdo, y de todos esos in-significables que acompañan a los raros matrimonios.
Hablé de esto, más bien balbuceé algo en presencia de un amigo, y él propuso el significante “locura”. A partir de esta sugerencia pienso en el enamoramiento, que según Freud “es un estado de locura transitoria”, y se me ocurre decir que el estado de creación, el momento en el cual la vida se entrega a la obra, es un estado de enamoramiento. Además agrego -es mi hipótesis-, que el creador vive en un estado de enamoramiento permanente.
Un artista hace lo que sea por su obra: inventarse un padre, una culpa, una condena, el horror de despertar en el cuerpo de un insecto... Pero, ¿qué hace de ese invento un Don para otros?
Así como el inconsciente se conoce por sus manifestaciones, el amor se conoce por sus efectos. Por eso no he dejado de pensar en el amor durante esta lectura. En la potencia del amor que sustenta la obra de nuestro inestimable Franz Kafka.
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