miércoles, 25 de julio de 2012

poema de Dario Lemos

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Ahora que puedo no sólo mirar sino “ver” desde mi cama
las aguas de un mar sin sal y sin ahogados;
ahora que puedo guardar esas montañas en el bolsillo
donde guardaba los cigarrillos amargos;
ahora que ya casi viajo donde el animal tiene que viajar,
voy a mirarlo todo con sonrisa de armonía sangrante,
voy a ponerme nuevamente la pierna derecha,
voy a poner un serrucho en cada encía
y voy a “vivir” hasta que muera.
Y posiblemente amaré las mañanas
y nuevamente algún crepúsculo peinará mis cejas.
¿Crees alma mía que este cuerpo fatigado y rebelde,
medio cuerpo que antes fuera armónico,
quiera soportar más esta tierra deslucida y cruel?
¿O mi cuerpo agrietado permanecerá eterna tea?
¿Llegarán los vientos como las argollas
que llegaban a mi niñez de pececito sabio
a refrescar los latigazos de bambalina
con que mis padres y sacerdotes españoles
castigaban mi manera de mirar azul?



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